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miércoles, 1 de febrero de 2017

Paula de 5:00 a 7:00







Estaba embolada. Puta luz del celular, puta luz de su vida. Putos todos. Esperaba el llamado de Lucas, y dale. Se vio varias series. Y nada. A las 4:00 sonó el teléfono. Lucas "andá a bla bla bla ". Y fue.

Y se encontró con Joaquín, alto, con cara de mafioso, interesante. Demasiado, para su perspectiva. La miró de arriba abajo, pasá le dijo. La invitó a un par de tragos , charlaron de algo insubstancial y copularon como fieras enjauladas.


Joaquín le apretaba demasiado la muñeca, le dejó marcas en el cuello, era un desaforado, un poco seso.Pero...


Dormía y despertó. Eran las tres de la tarde. No había nadie en la cama, nadie.Aprovechó para recorrer el departamento a solas. Comerse unas uvas que estaban en la heladera. Hacerse amigas de Donato , el perro. Investigar los perfumes de Joaquín, intensos, sublimes, atrapadores. Cómo él que hacía el amor como un loco. Y al que en el fondo temía.


Ya había tenido algunas señales, la seguía de lejos, le hacía señales de lejos, estaba obsesionado. Lo había conocido en un recital de rock y nunca en ese recital le sacó los ojos de encima...


No sabía como la contactó pero le creyó eso de que Lucas era el amigo. No debería haberle creído...Porque cuando despertó, su sangre corría por la alfombra de Joaquín y era calentita, olía a miel, a sudor y a nunca más.


Sintió que no podía mover el cuerpo, que le pesaban hasta los ojos. Intentó buscar el celular en la cartera pero era inútil. Y recordó vivídamente como Joaquín la miraba largamente cuando le hacía el amor y sintió como la odiaba en el fondo, porque la mirada de él era oscura, sin vida, dura. Y lo único que recordó era la mano de Joaquín y el cuchillo afilado y como la hoja entraba una y otra vez en las venas de su muñeca derecha y no más.


Mónica Pedraza