domingo, 8 de septiembre de 2019

Comerse las uñas









Quería ver por la ventana y no podía alcanzarla. No se podía incorporar de la cama.Estaba muy pálida, ojerosa, terminal dijo el médico.


"Terminal las pelotas vos" se dijo mentalmente. "Yo de aquí me voy caminando y ni todas tus teorías médicas van a convalidar ese diagnóstico ". Deliraba, se mentía, se comía como podía las uñas, eso que hacía cuando era una adolescente y que tanto le marcaba su madre, "nena las uñas, las uñas nena".


Cómo me rompía la paciencia mi vieja con eso. Pero la quería tanto que me callaba para no mandarla a pasear y eso que era yo una auténtica perra. No Daisy sino la copia del Can Cerbero femenino. Pero mi vieja era lo más y era bella pese al desgaste. El deterioro de vivir con alguien como mi padre, Fernando Suárez Tello. Un padre de mierda, un sádico, un enfermizo obsesivo. A mí no me jodía pero sí a mi vieja. La gastaba en discusiones interminables en las que él siempre terminaba diciendo " si yo hubiera sabido lo que eras vos ".Como si él fuera una maravilla y mi vieja se hubiera sacado la lotería con él.


Y la veía entonces desplomarse sobre una silla y suspirar. Cansada, harta de ese hombre feo, feo de alma. Alguna vez había sido lindo pero el carácter, lo reventado que era lo transformó en un viejo antes de tiempo. Se lastimó a sí mismo intentando hacerle daño a los otros. Mi vieja fue transformándose en un reflejo de lo que había sido, su cara se llenó de manchas y lunares. Su pelo hermoso como pocos un buen día fue un manojo sucio blanco y duro. Deseaba que el Infierno me llevara al ver esas escenas, ese drama cotidiano Y aunque yo quería que ella se incorporara sobre esa vida perdida y perdedora y le diera una bofetada justiciera a mi padre.Que se animara, que se alzara en defensa de su dignidad eso nunca sucedió.


De ahí que odiara a mi padre y me sublevara en todas las oportunidades que podía. Si mi madre no pudo con él yo sí podría. No era tonto sabía que yo tenía bastante de su temperamento bélico y que no iba a poder nunca doblegarme. Y nunca pudo. Hasta que al muy maldito le llegó la vejez y ahí entonces me fui. Lo dejé más solo que perro malo encerrado en un rancho viejo y decrépito en medio del campo. Chau Pa. Esas fueron mis últimas palabras. Y nunca volví atrás. Ni Supe de él.


Si pensó que yo iba a ser su enfermera se equivocó, si creyó que yo como hija única. Noooo. Reivindiqué a mi mamá en todas sus lágrimas y lo abandoné a su suerte.


Por eso ahora que uno de éstos doctores se le da por pronosticarme que es inmediata mi partida sepa que si no pudo mi padre conmigo no puede ningún carcinoma flotando ahí por mi cerebro.

Recordar todo eso de su infancia y de su madre y el pronóstico médico funesto de su futuro le hizo volverse a comer las uñas. Como un refugio contra el mundo, contra todo tipo de daño, de dolor...Comerse las uñas le hacía pensar que si bien había un problema, un terrible problema ella, Juana Suárez Tello podía dar vuelta la suerte y encontrar la salida del maldito laberinto.


Mónica Pedraza

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