Caídas fatales. Abrirse las rodillas, abrirse el pecho con inútiles esfuerzos para sostener lo insostenible. Querer contener el mundo, un mundo que sufre, lastimarse las rodillas, las manos, el alma. Desintegrarse para que otros puedan ser, respiren...
Y que estés sola en silencio preguntándote porqué...
Cada uno ve por sí solo, por sus intereses, sus ambiciones, sus sueños...Y del otro lado del río la humareda, el sol que se pone y es otra tarde y van y seguís apostando a que el amor venza este Universo mezquino, negro, oscuro, decadente. Y cada vez te convencés cuán solitaria es la labor de los que acuden solícitos a curar corazones rotos, vidas esquilmadas, mientras la tuya sangra de a borbotones y no hay nadie pero nadie que se haya dado cuenta, sos un fantasma , nadie te ve. Podrías desaparecer hoy nadie lo notaría.
Sería como otra puesta de sol, otra caída más, un pajarillo que cae del nido, todos los días. Y eso es todo.
Las trasnoches se hicieron espina dorsal. Y ya no conozco la receta para parar mi propia hemorragia.