El oxígeno llegaba de a ratos
a través del hueco del techo,
se incorporó a medias en la luz del mediodía,
como un cowboy salió a la calle,
todo ardía.
En su pecho relucía
una herida profunda,
una grieta tipo catarata
le atravesaba la camisa
nadie sabe porqué ni cómo
cayó El Colorado
cuando harta leyenda como varón valiente
lo acompañaba
Desde su Sur natal
esas lejanías esteparias
agrestes
y
heladas.
¿ Lo habría exterminado la certeza
de sus propios pasos errantes y alcohólicos ?
¿El misterio de las noches solitarias
fatales como cien aceros de cuchillas ?
O
que había perdido las ganas,
el deseo alto
y ya besaba el suelo
de las despedidas con fervor.
Mónica Pedraza