"En mis canciones buscando una palabra que está en todas, hablan del deseo, de una desesperación, de una necesidad de cosas que tiene que ver con las mujeres, con el mundo de los afectos, o del amor o de la pareja. Las canciones nacen de infelicidades; cuando has perdido al póker, tienes cáncer y tu mujer te ha dejado. Sabina se alimenta de imágenes, de olores, de texturas, de situaciones, de realidad. A quien más se parece es un fotógrafa ambulante: alguien que busca una instantánea, agarrar la vida, detenerla un instante, retratarla. Es un descriptor atónito de la vida, alguien que a la fascinación de la mirada le pone el volumen de la música. Si algo yo he hecho desde siempre, desde niño, era huir, escapar de todo tipo de responsabilidades. Las canciones son un modo de inventar un mundo más amable y más bonito: una indagación; poéticamente dignos. Una canción trata de mejorar el mundo si es buena. Hay faldas de algunas de cuyos nombres no me quiero acordar. Uno oye cosas en la radio y piensa: No hay derecho que se respeten tan poco y respeten tan poco a la gente.
La guitarra es un amigo, es una mujer, es un arma, es paño de lagrimas, está siempre con los de abajo. Todos los que salimos de noche sabemos que no pasa nada, nuestras mujeres nos sobrevaloran y creen que la noche son chicas en poca ropa sentadas en las piernas de los pianistas, cuando al final del día uno acaba solo y hecho polvo, pero eso no impide que al día siguiente creamos que vamos a encontrar eso que ya sabemos que no vamos a encontrar; es un autoengaño pero la vida se hace autoengaños.
Las putas, los desertores, rebuscar en el cubo de las basuras: ahí donde lo orgánico tiene la raíz de lo humano. Sus canciones están hechas para ser escuchadas en silencio. Allá donde se habla castellano, y el desamparo, ahí habita Sabina.
Me fío de lo que dice y de como lo dice."
Joaquín Sabina