Deshabitados
Nos abalanzábamos por los salvavidas
es que dábamos por cierto
que no íbamos a hundir sin ellos.
Mis ojos fosforescentes
tu piel de escamas
hacían el resto.
Atravesados por ramajes
por bosques incendiados
por noches como diamantes
con la debida suerte.
Lo que nos alucinaba
a los demás los dejaba
congelados,
apáticos.
Podíamos desarmarnos
y reconstruirnos,
seres deshabitados
casi virginales.
Guardame tu perplejidad
para otras vidas
que voy de lleno
a probar
del árbol de la tentación
Sin contención alguna.
Mónica Pedraza
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