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sábado, 8 de diciembre de 2018

Gente










Al Juancho la jauría le llegó como un alivio. Esperaba su muerte desde hace mil años. La tozudez por conquistar el cielo lo privó de hacerse de un chumbo y terminar con tanta hipocresía. O Julia o Ana o Nadia o Perla o Juana o Ludmila o Lourdes o Ro o Carla o Itatí o Sole o Mica y demás (anotar unas 3.000).Era un hombre de muchas mujeres. Muchos nombres para uno solo, muchos catres desvencijados. Mucha pared descascarada. El hombre tenía mucho amor para dar.Se veía.Mucha nada y techo sin terminar en la casa de las fulanas.



A la Ernestina la cazaron robando en la casa de los Marlitegui. Años trabajando ahí. Que la señora no le había pagado los aportes previsionales. Que ella le había criado los hijos, tres. Y nunca un gracias. Siempre la disconformidad.La exigencia, la hora Ernestina, la hora.Y que le revisaran el bolso a la salida cdel trabajo como norma. Como una delincuente que no era. Pero ahora sí. Y sonríe.


A Black no le cabe un solo tatuaje más en el cuerpo. Es hombre de pelo en pecho, sublime fornicador. Bello, divino, lujurioso, es que el tipo es enorme. Una bestia. Un perro devorador. Pero tiene una gran tristeza, terrible dolor. Hace rato que no ve a sus hijas, dos pequeñas. Su mujer lo odia. Y hace rato vive en Europa. Black vive en Adrogué e ignora el domicilio exacto de sus niñas.


Al Tenerife la vida siempre le costó.Tiene ojos grises de tanto llorar por dentro. El es un sentidor. Valiente, auténtico, audaz. Hay días que se le vuelan los ojos mirando el horizonte. Extraña días más benévolos. Sabe que la Vida ha sido injusta con él y quiere una revancha. Una revancha gigante como una galaxia entera. No sabe como nombrar esa revancha , una pelea de box, levantarse a la vecina del lado a la que ama desde que era niño o sacarse la lotería con un premio millonario.


A Bella la encontrás en toda joda. Le gusta más la noche que la comida, la bebida que la comida, la droga que el alimento. Escasamente se alimenta. ya tiene cerca de cuarenta y se curte menores de edad, le gustan. Atléticos, altos, perfectos. No hay hombre que no se de vuelta para verla. Atrae como un imán. Se llena de tipos para no palpar su soledad inmensa. No ama a nadie. A nadie.


A Carmen le angustia no llegar al millonario. Hasta ahora un empleado de banco, un cirujano, un rascabuche cualquiera. Pero no.No. Sus escasos estudios de perito mercantil dieron para eso. Una carita más o menos.Nada de cola, muy pero muy flaca. Y aburridísima. Pero si hace unas ríquisimas chocotortas y teje crochet. Y además borda.Y sueña que un día un día cualquiera llegará a conocer al tipo que la salvará de vivir en su Boedo natal.


Silvina se analiza. Es progre. Se anota en todas causas habidas y por haber.Cuida a su madre muy mayor. Teme se le haya pasado el tiempo ya le llegaron los 59 y ahí. Sin prole, sin marido. Lee mucho. Es muy católica. De a ratos se confiesa con el cura y otras le paga a su analista. Es duro tener que lidiar con una madre con Alzheimer. Piensa que a ella le pasará lo mismo y quién vendrá a cuidarla. Si no hay nadie, nadie.



Mónica Pedraza