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miércoles, 25 de marzo de 2020

Helga











Recuerda la noche anterior. No más. No más que la noche anterior y el espanto. Lo que Tony le dice, lo que le grita, lo que Tony hace. Lo que la regaña,los golpes, las recriminaciones: que no limpió bien el piso. Que "la próxima vez lo limpiás con la lengua"."Ésto es todo lo que hay para comer esta noche". Pero él, el olor a semen en las bolas, tan descuidado, tan sucio, tan miserable... Huele a vodka, a orín, a lacra.



Helga edita su vida por hartazgo, por no poder enfocar la ira y tirar todo a la basura. Le tiembla la sien. No puede dormir porque hace rato que dejó de soñar y de descansar. Entra Tony y es el espanto. Las ganas de vomitar una y otra vez. Los gritos como estallidos, como cuchillos en la cabeza. Y esa cara temible y horrenda a la vez. Ese rostro de pocos amigos, el de Tony.



Inspira, expira, inspira, expira, inspira, expira...Inspira, expira, inspira, expira. Out.



La camisa de él tiene labiales en el cuello. Ya vio eso 200 veces. Y lavó esos recordatorios del mal amor. Lavó esas prendas con lágrimas en los ojos hasta que le cicatrizó el corazón. Y ya no siente. A veces se toca el pecho con fuerza para ver si hay algo abajo, eso que dicen que late y que indica que seguimos en el camino.


Esta vez se sientan en silencio.Sólo ve del otro lado de la mesa en ese hombre que tiene enfrente lo que no fue, la totalidad de lo que no fue.TODO.Y ve, a lo lejos, desde la ventana algo así como un ave en plena noche, un ave hermosa que remonta vuelo y se distingue a esas horas, con un plumaje colorido y casi en llamas. Y piensa que es hora , que tal vez es hora de esperar el amanecer y desear, volver a desear. Estar viva.



Mónica Pedraza

ph: Eric Guillemain