Poesía de los condenados
Este minuto deviene en siglos
tu poesía arrulladora
tu fe, las demoliciones
Los espacios necesitan de cambios
y otra vez dibujarse
perfilarse
No sabemos bien para qué
pero lo intentamos
Y cantamos a la bravía madrugada
con el hígado partido
con las sandalias rotas
el vestido descosido
La mente lúcida sin embargo.
Y alzamos las manos al cielo
y nos reímos de nuestras tragedias
igual que lo haría
un condenado al enterarse
de su ejecución, en breves minutos.
Y sostenemos el mundo
desde la contienda
porque desconocemos la rendición,
entregar la belleza de la noche
jamás
y encendemos el día que viene
con nuestro último respiro
con la esperanza
que el que venga a tomar la llama
tenga un alba
perturbadoramente feliz.
Mónica Pedraza