No tenemos ganas de cantar
por un mundo miserable,
que se hiere todo el tiempo.
Y que se sacrifica
en pos de la nada
del becerro de oro
que le huye.
Mientras todos son masacrados
en vano
porque siempre es inútil la tristeza
y más tremendas aún
las muertes,
las calles vacías en toque de queda.
No aprender nada
ser tercos en el vacío,
ser nocivos para el otro,
humillar
destruir
expoliar
Y esas manos sucias, negras
de manejar armas
que ni entienden demasiado
pero a las que se aferran
como si fuera
la vida.
Mónica Pedraza
ph: Reuters