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domingo, 11 de diciembre de 2016

No es fácil ser cordobés, texto de Cristina Bajo







Ser cordobés es ser gracioso, tener sentido del humor, los cordobeses somos grandes reidores, disfrutadores dela vida, rebeldes, contestatarios, amantes de Latinoamérica, algunos dicen que los cordobeses son "fallutos", es decir no tan sinceros, yo cuestionaría eso diría que nos ponemos al hombro 20 cosas por hacer y por decir mucho y no tener tiempo ni posibilidades para todo, no cumplimos con todo. Pero no por malos, ni falsos, ni por mentirosos por exagerados, por verborrágicos...Somos los andaluces, los árabes de la Argentina, los que tienen chispa que es como ver la vida no desde arriba sino desde abajo, desde el centro mismo del fogón donde compartimos mates con amigos, somos grandes amigos, tomamos mates con yuyitos...

Cristina Bajo, me encanta esta mujer, escritora (ya hablaré de ella)de Córdoba, dice esto de nosotros, los cordobeses locos, quijotescos, amorosos, independentistas siempre, mis paisanos...


"No es fácil ser cordobés "


No es fácil ser cordobés, porque nacimos de una desobediencia, porque nos castigaron con una injusticia y porque nuestros fundadores eran algo raros: traían más libros que armas, cargaban vides, limoneros, olivos, higueras y los primeros rosales de la Argentina.

Siendo una de las últimas en fundarse, Córdoba abrió la primera universidad sin descuidar el levantar molinos y fábricas, donar conventos, cultivar la mala vida, dar a luz al primer poeta y propiciar que nuestros paisanos no tuvieran que depender de los terratenientes para vivir. Por aquella desobediencia y aquella injusticia, porque tuvimos que luchar contra políticas nacionales que no siempre veían con tranquilidad que creciéramos, los cordobeses resultamos rebeldes, impacientes, con una gran capacidad de trabajo y una propensión volátil a estallar.

Tenemos a Dios y al Diablo en el cuerpo: somos clericales y ateos, populistas, clasistas, conservadores y reformistas, y generalmente marchamos a contrapelo del país. Eso sí, nunca llegamos en silencio; más de una vez nuestras explosiones, para bien o para mal, han cambiado el curso de la historia.

Esto hace que a veces -no siempre de la mejor manera-, nos mostremos superiores por el solo hecho de ser cordobeses, aunque tenemos a nuestro favor que distinguimos el orgullo de la soberbia, siendo que el primero puede ser virtud, y la segunda siempre es defecto.

Pero si algo nos redime, es el humor. A veces socarrón, otras irónico, de vez en cuando agudo y siempre ocurrente, nos emparenta con los andaluces que traían vides, rosas y libros, y con cierta cualidad ladina, buenamente taimada, de nuestros indios. Es este un humor vivo, que abarca todas las clases sociales, que se palpa en los barrios, que florece en los cátedras, que discurre por los pasillos tribunalicios, que parpadea en el médico más serio, en el chico de la calle, en las vecinas primorosas y en los paisanos de a caballo o en bicicleta.

Como ya dije, no es fácil ser cordobés, pero el humor ayuda.


Cristina Bajo