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jueves, 3 de junio de 2021

La zia Teresa


Sara, Esther y Teresa eran hermanas. Vivían en Roma. Mis hermanos y yo habíamos quedado a cargo de la Zia Teresa. 

Teresa Levy custodiaba a sus niños como custodiaba la mezuzá en la puerta de casa. No habían quedado hombres en la familia sólo el pequeño Aaron, mi hermano. Nuestro abuelo había hecho de la Zia Teresa la jefa de familia. Eran tiempos difíciles por eso no eran tiempos de sentimientos sino de absoluto pragmatismo. 

Teresa iba al mercado de Roma y también transaba con los jefes del ghetto. Había que abastecer a los niños y en eso nuestra tía era la mejor comerciante, cuadros, esculturas, libros (cientos) desaparecían literalmente de la casa familiar pero eso nos aseguraba nuestra salud y bienestar. 

Alta, flaca, a diferencia de Sara y Esther, era refinada, elegante pero eso sí conservaba como todo nuestro linaje , la nariz alargada. A otros les quedaría fea esa nariz pero a Teresa le otorgaba distinción. Bella como pocas, sus cabellos negros eran como la noche y ojos verdes mar.           

 Lo que adorábamos en ella era su eterna alegría. Que conservó aún en los tiempos amargos que vendrían. Religiosa, indefectiblemente el viernes era shabbath y las blancas velas acompañaban el atardecer del viernes como una dulce tradición que años más tarde me harían lloriquear como una chiquilla perdida en medio del desierto.

 Nos supo proteger como una madre tremenda. Aún en su temblor recuerdo estar abrazada a un árbol familiar, enorme y protector. Como cuándo los bersaglieri entraron a casa y literalmente trituraron lo que quedaba del patrimonio familiar. Las lágrimas de Zia Teresa me bañaron y supe que estábamos perdidos pero ella en su infinito amor nos había enseñado a resistir y Eli, yo y Aaron recitábamos  según nuestras costumbres 

Those who are happy on that day will find happiness
because it is a day when God fills me with happiness.


Y nos parecía entonces que la Zia Teresa  y nosotros entrábamos en un mar Rojo impresionante que se abriría a nuestro paso como Moisés en aquellos extraños días perseguido en Egipto.


Mónica Pedraza 

ph: La actriz Rachel Weisz

   


miércoles, 28 de noviembre de 2018

Las dos madres, la noche y el día












¿ De dónde vienes ?


De Baradero dije. Es que entré a casa como siempre a lo loco. Y estaba esta mujer interrogándome en la puerta. Con ese olor a carne quemada y sobre todo esa mirada. Yo venía de casa de mis abuelos, mis adorables abuelos.No sé porqué la dejé entrar al pasillo, fue algo inconsciente.


"Quiero hablar con tus padres, corazón" me dijo ella, la señora de los grandes anteojos.Desde la cocina de casa se sentía un olor terrible a cebolla que siempre me hacía llorar así que entre lágrimas le dije que ya volvía, que iba a llamar a mi madre y que era la única que estaba en ese momento. Mi padre hace rato estaba en su trabajo, en el Centro.


Antes de darme vuelta la observé, casi que la dibujé, era fea, había algo terrible en esa persona. Algo insano, sus ojos podía verlos a través del cristal. Estaban como muertos, apagados. Su ropa en contradicción era de alegres colores pero esos ojos, mama mía.Por otra parte había algo en ella que me parecía haber visto en alguna foto...


Le pregunté ¿ De parte de quién ? me dijo muy suave casi susurrándome " De parte de Esperanza".


Uno no se suponía que la esperanza estuviera tan venida abajo pero eso fue que le dije a mi madre. Mi mamá se puso como loca, se secó las manos en el delantal y salió furiosa hacia la entrada de casa.Temí algo feo y salí detrás de ella. A mi pesar. Porque siempre mi madre me decía que era muy curiosa y que esa curiosidad y mi condición de metiche me iban a traer problemas algún día.


Y las ví a través del trasluz.Y por los gestos y las voces altas me di cuenta que la cosa iba remal. Alcancé a oir " Tenés el descaro de volver después de tanto tiempo " decía mi madre desaforada, la otra fría, temible le contestaba " Gracias a vos Greta ", "gracias a vos ". Y ese gracias no era de agradecimiento sino de echarle la culpa a mi madre. Ya me predispuse mal con la ocasional visitante.



Todo iba a estar bien sin embargo hasta esa frase pero se agravó cuando la otra, "La Esperanza", esa vieja arpía , fea, con pinta de delincuente le espetó en la cara a mi madre "Me vengo a llevar a Juana ", Juana era yo y entonces quise gritar hasta pasado mañana, me tapé la boca para no hacerlo. Mi cuerpo temblaba como en una convulsión y las lágrimas me cubrieron la cara en un segundo. Mamá palideció, enmudeció entonces. Se quedó como un perro apaleado, frágil, inconsistente. Ella que siempre era tan brava. Y se dio vuelta para mirarme pero...

Y supe. Supe porque nunca me quería contar cosas de mi infancia más remota. Nunca se acordaba de tal cosa o de tal otra. Una estaca en el pecho sentí, horrorizada salí a la calle al grito de "Jamás me iré con esa mujer ".


Nunca supe cuánto corrí con el corazón a mil. Dicen que a unas 10 cuadras me desmayé. Vino la ambulancia y lo primero que ví fue la cara de mi madre, la que siempre conocí. Mirándome profundamente, estudiándome y triste su mirar. "Juana está todo bien ", "Quedate tranquila", "Me vas a tener que escuchar"...


Esperanza era mi madre, otra cosa no llegué a escuchar. No quise saber más, nunca más mamá me lo mencionó. A veces me encuentro con esa, la que dice ser mi madre, me espera por ahí, con esos ojos lúgubres, hambrientos, ojos de noche digo yo. Cruzo la calle, la evito. Siento un dolor en el pecho, fuerte muy fuerte, me persigno. Mi Abuela siempre me enseñó que rezar mucho aleja el mal y todo lo que viene con él. No la miro casi nunca y si lo hago la miro con el desprecio más grande. Me aguanta la mirada es una descarada. No cede, aparece , desaparece por un tiempo.Ya no le temo es sólo un container más de la calle o un banco de la plaza. No me importa.

Yo no sé quien es esa. Ni quiero saber. Mi mamá es la de siempre, la que me cuidó, la que me dió a luz apartando la oscuridad. La que sonríe y cuando ríe el mundo también ríe con ella. No me vengan con que la cárcel, las malas compañías, la prostitución, la vida desperdiciada, la redada policial, que era muy chica,que nunca encontraron a mi padre original...Yo quiero a Greta , la Esperanza que se quede por ahí. No soy su hija jamás lo seré.

Creo que hace un buen par de meses que ya no viene por el barrio.O un buen par de años no lo sé.


Mónica Pedraza