Todos se han ido de aquí. El pueblo luce polvoriento, añejo casi mugroso y grisáceo. Y sólo han quedado pedazos de casas, restos de labranza. Alguna sabandija por allá.
Y una puerta carcomida , sometida a la inclemencia del viento. De la nieve, de la humedad pero sobre todo del Tiempo. El gran destructor. El que devora almas.
Por aquí se iba al interior de la casa y había muchas otras puertas que dan ahora a salas silenciosas como sarcófagos. Los fantasmas se apoderarán de las vajillas sobre la mesada. Y las colocarán en la mesa central. Y brindarán, festejarán la caída del día y reirán fuerte. La ventana abierta dejará pasar el cierzo que despeinará los árboles cercanos. Y un mínimo de sol, la chispa de un sol vacilante morirá en el Oriente.
Y algún ángel roto de piedra llorará los pasos aquellos, el de Paco, la Josefa, Marcial, la Chochi, Sara, Raimunda, José Antonio, Dolores, Alba, Pedro...
Mónica Pedraza
ph by Pili