tigre adorado, monstruo indolente,
aún deseo hundir mis ávidos dedos
en la madeja espesa de tus fuertes cabellos;
y en los vestidos que tu olor desprenden
hundir mi cabeza entristecida,
y respirar ahí como una flor marchita
el suavísimo efluvio de mi difunto amor
Charles Baudelaire

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