A Francisco (Edgar Francisco)
Suave como un peligro atravesaste un día con tu mano imposible la frágil medianoche Y tu mano valía mi vida, y muchas vidas Y tus labios casi mudos decían lo que era el pensamiento. Pasé una noche a ti pegado como un árbol de vida porque eras suave como el peligro, como el peligro de vivir de nuevo