En esta nuestra cárcel
Donde el celador es tan discreto
que nadie lo ve nunca
hacer su ronda,
hay que ser muy valiente
para dar golpecitos en la pared de una celda
cuando las luces están apagadas
esperando ser oído,
si no por los arcángeles del cielo,
sí por los condenados del infierno.
Charles Simic