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domingo, 29 de octubre de 2017
Reykjavik
Reykjavik
El aire se hace trizas. Apuras el paso, la noche se cierne sobre nuestros espectros, en los viejos bares mundo de soledades. Me he puesto el traje que te gusta, el cabello acicalado...Todo será en vano, las flores son mustias, el hedor del cigarrillo se me queda fijo en el sweater.Apesto.
Me decís que basta con nosotros dos, que seamos suficientes y hermosos , que seamos Infinito, pero yo siento que tus palabras tiemblan, flotan en este boliche mugroso y perdido. Y sé que me estoy perdiendo una fiesta, y que no sé donde es. Y quisiera juro que quisiera saber.Pero a través de mi hombro ya estás mirando a otro. Cuando decís que me amás.
Te devuelvo el anillo que me regalaste.Pago la cuenta.Estás pálido, demasiado. Me levanto y me voy.El dolor de estómago me parte al medio.
Si estuvieras en el océano serías una medusa, gelatinosa, incierta, inmigrante, incierta, nada tentadora.
Hago las paces con mi alma, silbo alguna melodía al salir, una que me sé de memoria.Llovizna fino y me doy cuenta que por primera vez la vuelta a mi casa me va a gustar, mojado y todo, me va a encantar cruzar la puerta y encender la luz.Sentirme a salvo, protegerme.
Que el mundo que nos contiene está dentro jamás afuera.Pondré un disco viejo de Virus. Saltaré un poco, bailaré. Para sacarme el frío, el hielo, el Rejkavik perenne.
Mónica Pedraza
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