Los equinos
Magníficos, salvajes
atados al beso del alba
a la hojarasca temblorosa de la tarde
hociqueando en la alta noche.
Dulces como la ternura súbita
y huidiza de una caricia letal
tercos
y
estilizados
llevan en sí una belleza
contundente
que no saben.
Y son amaestrados por Poseidón
que les otorga autosuficiencia,
la majestuosidad les cabe.
Corren felices
a su Destino
como naves veloces
de una tribu vikinga
en peligro
atisbando nuevas victorias.
Mónica Pedraza
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