"La forma en que experimentamos nuestros cuerpos todavía está arraigado a un pensamiento platónico (luego adoptado por el judeocristianismo), percibimos que nuestro cuerpo como fuente de pecado, el alma es prisionera de la carne y por eso debemos sentir vergüenza de ella. La detestamos, el placer y es señal de la perdición del hombre. Pero como el deseo por la carne es inevitable de suprimir solo se le es permitido si su finalidad es la procreación. Así, limitamos nuestras experiencias, abandonamos nuestra subjetividad para alienarnos a narrativas que lo único que buscan es perdurar un sistema de dominio sobre los cuerpos. Las parejas monógamas tradicionales tienen en su mayoría la base de crear familias, parejas destinados principalmente a usar su sexo para fines reproductivos, este tipo de relaciones suelen suprimir gran parte de los deseos de sus individuos..."
Michel Onfray
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