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jueves, 14 de diciembre de 2017

Tarea doméstica




Tengo las manos como dos surcos. En carne viva. No hay que quejarse no hay que pedir. Los que sirven no pueden elegir. El olor a lavandina no se va así nomás. Ni es simple sacar la mugre de haber pelado cientos de papas negras.


No hay que hundirse, hay que flotar. Como botecito en río en calma. Y dejar pasar los comentarios desdeñosos. Después de todo la domesticidad es para los marginados, los que se cayeron del sistema y debn asistir a otros que nunca caen.


No hay que tener limitaciones, hay que obedecer siempre, hay que bajar la cabeza y no mirar y seguir adelante.Hay que acostumbrarse al dolor en la cintura, en la espalda y los callos en las palmas...


Hacer y deshacer. Criar y partir. Alimentar, nutrir, limpiar. Sobre todo limpiar.Dejar el mundo nuevo, aseado, domesticado, plano.No abandonar la orilla de la costumbre, del sí señor , del qué necesita señora.


Perderse entre sartenes, lavarropas, mugre ajena, vida ajena. Ajeno todo.Y no alienarse. Seguirse queriendo,vivir de a ratos. Una máquina humana acostumbrada, mansa, tranquila, productiva.



Mónica Pedraza



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