Los primeros fríos de marzo trajeron mucho viento. Aullaba como lobo feroz y salvaje por las noches, disecaba todo a su paso durante el día.
Kurt ya era un espíritu seco, cuando llegó el viento. Un duro cowboy , amargo, quemado por noches y días permanentes de fatigas y resequedades.
El rancho de Kurt se divisaba desde lo alto de Hawk Mountain, era curioso observar cómo alrededor del rancho no había vegetación. Apenas alguna mata mezquina, achaparrada que servía de alimento a los viejos caballos.
Kurt se sentaba todas las noches a observar el cielo en su sillón preferido, lo tenía afuera y cuando nevaba se llevaba las pieles de los animales que había cazado y se las echaba encima de los hombros, se tapaba , cubría totalmente su cuerpo , era obstinado, ni el frío lo arredraba en esa contemplación que era una rutina, un hábito y para él toda la belleza del mundo, observación que le permitía encarar el día siguiente con valor, con ganas , con determinación.
Nada distraía al hombre de sus pensamientos.
Kurt, su nombre venía de tierras lejanas , su madre era alemana pero su padre era uno de los primeros colonos venidos de Inglaterra. Kurt tenía ese ser de acero de los alemanes, lógico y la locura elegante de un inglés. Podía ser muy frío a veces y estallar luego como una bengala maravillosa en otros momentos.
Y era muy buen bailarín, danzaba como loco, en cuero, afuera, en la intemperie, cuando la temperatura era extrema y el cielo era límpido y negro de tan bello.
Su soledad ya era un mito en el pueblo. Alguien decía a veces que había nacido solitario, a Kurt su ser individual le sentaba bien, detestaba profundamente la multitud, se negaba a entregar su ser a esa bandada de cuervos y gallinas, que lo dejaran ya en paz, con su lejanía , su altivez y sus noches sin par.
Deseaba profundamente ese silencio, el silencio de los que determinan su destino fuera de todo, de la sociedad, de la norma tal como un hombre de Thoreau en Walden, sólo en comunión con la naturaleza , en la Naturaleza encontraría su razón de ser , su camino y la respuesta a su vida.
Mónica Pedraza
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