Nunca se ve tan lejos o sí, y todo es más irreal. Como jugar con fantasmas. Y Exiliarlos o hacernos amigos. Convivir con ellos. Después de todo uno será un fantasma algún día.
Y ser raíz de alguna historia. Y servir para algún guión o novelita. De esas que se se consumían tipo folletines en los pueblos polvorosos, esos que leía fervorosamente Manuel Puig. Cotilleo de pueblo, fermento para telenovelas, caldo de cultivo para lo peor de los pueblos: los chismes.
Cultivar. Ser un agricultor , amante del alba, y sembrar Y celebrar la lluvia, anticipar la granizada, la plaga o la sequía.
O ser un cantor de tangos y comerse la noche. Y llorarse la madrugada. Con letras impresionantes donde se lamenta un amor perdido, la madre que nos parió o el sabor de la yeca cuando es verano y el asfalto es pura brea ardiente y levantisca.
O ser el silencio que tiembla en los labios de los monjes en los monasterios. Y ser nuevo, fresco, casi santo y oler a Dios, un Dios cítrico o animal. Y dar luz poesías y canciones. Y temblar, Sobre todo TEMBLAR.
Mónica Pedraza
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