Rozamos a veces una zona
que parece vacía hasta de espacio,
pero en la cual percibimos un ritmo
que nunca ha entrado en ninguna música.
Desde entonces sabemos que el vacío tiene un ritmo
y también que detrás de la vida y de la muerte
y debajo de todas las caídas
existe una sombra que sonríe.
El ritmo del vacío
es la fragancia perdida
y debajo se ampara nuestra última confianza.
El tallo que debiera culminar en una flor
suele conformarse con terminar humildemente
en un desnivel algo más suave del aire.
Roberto Juarroz
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