Mil días de sol
La lluvia termina con dedos finos
que no nos abrigan,
Se siente cansado, herido
va a bares
se queda dormido en la ruta,
ya no cree en nada.
Ella mira de reojo
tanta nube, tantísima agua
birlando matemáticamente
la gracia
de mil días de sol.
No se acostumbra
ni lo hará,
el frío es limpio
pero es un acero sin corazón.
Lo que queda de la lluvia
es
vertirse en gotas
en callejuelas
afuera de la ciudad
donde juegan los niños
todavía
Ríen mucho
se abrazan,
no se temen
no se odian
no buscan dañarse
los unos a los otros.
Aún creen que pueden hacerse felices
y saltar como locos,
sin mirar el reloj,
sin perderse.
en mustias penas lastimosas.
El Paraíso es un chico
cuya alma es un nido de pájaros temblorosos
de vida y fuego.
Mónica Pedraza
No hay comentarios:
Publicar un comentario