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viernes, 24 de agosto de 2018

Las uvas y otras cosas.









Hacía tiempo que no hacía tanto frío. La corrosión no sólo es del metal. En los cuerpos también. Manos suavizan encuentros. De día, de noche, de tarde. Feriados, días comunes y ordinarios. La plenitud es un instante. Baja la saliva por los costados, cae...


Los padres de John se separaron hace unos cuantos años. John todavía los extraña. Cuando decidieron separarse se llevaron sus vidas con ellos. Y no los volvió a ver.Los espera, sale al jardín, husmea, pero no...



La vida es una suma de recuerdos y un hoy. pasado, pasado, pasado y un hoy. El presente y todos esos ayeres.



El amor es intocable, no manipulable. No cabe en este mundo ni en diez. Y es de fuego o es nada.



Le gusta comer uvas, son muy dulces. Uvas al sol. Falta tanto para el sol, que no sabe si esta vez va a llegar a ver el sol. Pero cierra los ojos y vuelve a revivir la dulzura de las tardes de sol porque ahora llueve y ninguna uva que consiga por ahí le devolverá la tierra calcárea, la acidez, el azúcar, emborracharse de amor.


No nos damos cuenta o tal vez no queremos saber. O sabemos y nos hacemos los que no. Esta épica cotidiana de casa, laburo, casa, laburo no es de héroes sino de fantasmas. Y este gris paisaje ninguneado por almas mirándose en un espejo vacío.



Siempre se es más bello en los recuerdos. El único camino de regreso a nosotros mismos es dejar de defenderse, de herirse y de cuestionarse. Asumirse como quien es un sobreviviente de una catástrofe y enciende su cigarrillo tranqui y manso. Hay huesos, piel, fuerzas aún. Encontrar la poética bajo el huracán, mirarle la boca, mordérsela de puro placer.



Mónica Pedraza

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