Hace poco mi papá hubiera cumplido 76 años. Siempre el viejo presente en mí. Es curioso o tal vez no que la vez que estuve mal pero mal en mi vida, hace cantidades de años en Mar del Plata y al borde de la desesperación surgió esa voz querida en medio de la nada llamándome como diciéndome Hija, sé fuerte. Recuerdo que era la Navidad o cerca de esa fecha. Y yo adoro la Navidad pero es cierto que la estaba pasando mal. Para variar.Pero allí estaba la preocupación del viejo, mi padre.
Pensar en mis padres siempre me trae paz u orientación para las decisiones que tengo que tomar. Desde el otro lado me siguen acompañando y protegiendo. Qué bueno eso que sigan estando en nosotros a través de sus consejos o cómo nos pensaban entonces y lo que deseaban para nosotros.
Ayer con la muerte de José Manuel de la Sota se me vino a la mente que hace mucho que no visito las tumbas de mis padres, que extrañaba a mi Abuela. Y para peor tengo a una de mis tías muy enferma, la hermana menor de mi Abuela. Una tía querida y que siempre fue cariñosa conmigo. Es difícil saber que está tan mal cuando era la inquietud en persona. Siempre activa, enérgica, alegre y charlatana. Es la maldita vejez que postra a las personas y las hace sufrir y doblegarse. Ojalá se mejore.
Somos tan de hierro y tan frágiles a la vez. Tenemos tanta potencialidad pero a la vez nos marca el Tiempo. Lo que más temo del paso del tiempo yo que no temo a casi nada es que muera la gente que quiero.Me resulta intolerable eso. No me asusta lo que pueda pasarme a mí pero sí lo que les sucederá a los demás. A los que quiero.
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