Hoy Peter vino a conversar conmigo. Es siempre la misma charla y yo le miro siempre la misma cicatriz sobre la frente. No hay vacilación en sus palabras. Pareciera que las ha estudiado una a una y me las va lanzando. Yo escucho, como lo haría un psicoanalista. Lo escucho por horas y horas. Hace años que lo escucho. Y siempre es lo mismo. Que su padre no le dejó ni un centavo que por eso deberá vender la casa y que un día va a venir para casarse conmigo y que su madre que es castradora no quiere que se vaya del hogar porque lo necesita y quien va a hacer las cosas si él se va o sea si se casa conmigo y nos marchamos de Carson City.
Y siempre que Peter me habla yo dibujo algo en un cuaderno, son siempre flores y más flores. A esta altura ya tengo un bibliorato de cuadernos con flores dibujadas, hermosas tipo margaritas, con tallo largo y flores majestuosas.
De a ratos lo miro, es lindo mi Peter. Pero él no se da cuenta que lo miro porque él sigue contándome de sus idas y venidas, que el otoño, que la Primavera, que el camino que lleva al bosque, a veces me trae ramas de ese bosque. Es madera húmeda y perfumada.
Siempre le agradezco las ramas y su visita, le sirvo café, litros. Alguna vez nos fumamos algún cigarrillo... Nos sentimos menos extraños entonces, no nos incomodamos mutuamente. Es un rato de complicidad, se suelta un poco, pocas veces ríe, ese es el momento.
Pero ya tengo canas que van llenando mi cabeza. son grises todavía. Deberé hacer algo con ellas. No me gustan...Voy hacia la cuarta década y en círculos. Nos conocemos desde que éramos niños y aún giramos en círculos.
Y siempre atajo mis lágrimas cuando lo veo irse, a través de la ventana veo su espalda hermosa,vigorosa, ancha. Y quisiera salir a abrazarlo otra vez. Pero sé que me diría que no sea sentimental, que la Vida es ruda y que debemos acostumbrarnos a estas cosas que pasan, que le pasan a él. Las lágrimas se estacionan allí, en el lagrimal. No tienen efecto ni lo tendrán nunca porque Peter tiene un miedo horrendo a dejar de ser un niño. Lo ofusca vivamente la Vida y sus flores espléndidas y prefiere las cruces, las lápidas, el dolor,la queja, el lamento...Cuando besa mis cabellos me aparta rápido como si le incomodara sentir, sentir de más. Prefiere no mirarme a los ojos, esquiva mi mirada, sabe. sabe sabe perfectamente que si me mirara de frente entendería todo, todo lo que soy y lo que ví en él en estos años...Le horrorizaría darse cuenta.
A veces salgo detrás de él para ver de cerca sus pasos. Para precisar si está vivo o si es un condenado fantasma. Un fantasma que me habla desde un mundo paralelo. O que ambos somos ectoplasma ni él me puede ver ni yo tocarlo. Y siempre encuentro las huellas nítidas, perfectas, reales.En el pasto en verano y en la nieve en invierno.
Mónica Pedraza
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